A Mateo le pasaba al contrario que al resto de los niños y niñas, el recreo era lo que menos le gustaba del colegio. Siempre se quedaba apartado en algún lugar, imaginando historias fantásticas en las que él siempre era el héroe, y aunque sus padres no notaban nada extraño porque sacaba buenas notas, la señorita los llamó y les comentó la situación.
Cuando sus padres hablaron con él, comprobaron que le costaba hacer amistades y que eso le entristecía, entonces buscaron soluciones entre todos hasta que consiguió encajar y hacer amigos.
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